Vuelo
Recordando otros tiempos...
No había vuelto a salir a surcar mis cielos porteños. Para
serles sincera, no tenía ganas, ha estado lloviendo y cuando eso sucede,
prefiero quedarme en mi nidito viendo caer las gotas de lluvia, aunque a veces
extrañe los vuelos mágicos y estimulantes. Me quedé en mi nido y me puse a
evocar tiempos pasados. Voy a tratar de recordarlos fielmente, aunque no creo
que pueda, porque los años no pasan en vano y a veces las gaviotas también
olvidamos memorias.
Fue una vez, cuando paseamos hacia el puente
de los españoles. En realidad fuimos dos veces, y tal vez en esta oportunidad
se me entremezclen los recuerdos de un paseo con el otro, pero no creo que eso
importe, porque el lugar siempre será el mismo. Le narraré como gaviota lo que
viví como persona:
Nos reunimos un grupo de amigos , y decidimos
caminar por esos intrincados caminos hasta el sitio que se imaginaba hermoso.
Habíamos escuchado mucho sobre ese paseo y todos queríamos hacerlo. El camino
no era fácil. Eso ya lo sabíamos, pero nos animaba el gran deseo de pasar un
día espectacular. Llegamos en vehículo rústico por la carretera hacia San
Esteban pueblo, adentrándonos en el Parque Nacional San Esteban.
Pasamos
por el frente de las hermosas casas que allí hay. Caserones coloniales de
familias notables de la región, entre las que reconocí el caserón de Raquel
Capriles y Federico Brandt, primo de mi esposo. Hermosa casa rodeada de
espléndidos jardines donde muchas veces estuvimos de visita y donde nuestra
querida Raquel contaba sus cuentos de aparecidos, para quedarnos en franca
conversación familiar. También pude reconocer la casa de los Romer.
Llegamos hasta la zona del río y allí dejamos los vehículos que nos llevaron
hasta allí, por lo cual seguimos en caminata libre. Llegamos a una zona donde
había un pequeño embalse que es esa
que nos deja ver en primera instancia la antigua toma de agua de la empresa
Hidrocentro, y que creo llaman Las Lajas, si mal no recuerdo. Allí observamos
el río que baja por este sendero y que surte a gran parte del pueblo y un poco
más allá. Nos habían informado que el paseo duraría unas dos horas para llegar
al puente de los españoles, por supuesto, íbamos todos, familia y amigos en fila
india y observando toda la belleza del lugar, por caminos intrincados y
estrechos. Mi hijo, de unos ocho o nueve años, cargaba un morral grandísimo
donde había colocado agua, comida, ropa, chocolates, cuchillo, en fin un
equipo, que según él, era de supervivencia, pero que en cada subida le pesaba
más y más, hasta el punto de tirarse al suelo de espaldas pareciendo una
tortuga acostada sobre el caparazón y siendo motivo de risas entre el grupo.
Seguimos la ruta y los árboles se fueron juntando formando túneles, el camino
de tierra se iba cerrando y las aves se sentían más libres de entonar sus
cantos. Pasamos pequeños precipicios, nos rodeaban bellas mariposas azules,
vimos pequeños riachuelos, pasamos por encima de algunos troncos caídos y
comenzó a llover, una de esas lluvias dulces y silenciosas que llamamos
aguacerito blanco o garúa. Escuchamos a los lejos el canto del pájaro campana,
algo hermoso e increíblemente diáfano, inolvidable. También pudimos sentir los
gritos de los araguatos y sus movimientos cautelosos entre los árboles, vimos
perezosos colgando de los árboles y sentimos el silencioso ronroneo de los
pumas de montaña. Transcurren las dos horas que nos había asegurado que
duraba el recorrido y aún no vemos el puente. Después de mucho caminar, bajar y
subir por caminos de tierra húmeda y resbaladiza, llegamos a una parte baja
atravesada por el río. Afortunadamente había grandes troncos de árboles caídos
y pudimos pasar hacia el otro lado. Una media hora más tarde desde ese
punto se abrió ante nuestros ojos un pozo cristalino y algo
profundo, rodeado de vegetación, de verdor esmeraldino, de buena altura.
Era imposible no lanzarse a sus aguas, entregarse a la belleza de la
naturaleza, sin embargo me contuvo el agua tan helada. Allí estuvimos
durante un rato en muda contemplación del lugar, viendo como un colibrí
se bañaba en las aguas del río, y como las mariposas y las abejas buscaban las
flores para posarse en ellas. En esa zona hay una flor muy hermosa llamada
“Rosa de montaña”, que es típica de la zona. Es una flor grande de color rojo,
de una belleza incomparable. En esa zona estábamos a la mitad del camino para
llegar al puente de los españoles. Como habíamos salido muy temprano de la
casa, podíamos seguir adelante, tratando siempre de calcular el tiempo para
poder regresar antes que nos sorprendiera la obscuridad y corrieramos el riesgo
de perdernos. Seguimos el camino, cansados, sedientos y matando mosquitos, pero
emocionados por la experiencia de vivir esos momentos tan íntimos con la
naturaleza exuberante que nos rodeaba. Al fin, después de caminar un largo rato
más, se abrió ante nuestros ojos la belleza del Puente de los españoles.
Este paisaje emblemático de la zona de San Esteban, tiene
una gran importancia
histórica, arquitectónica y arqueológica y se localiza entre los municipios
Puerto Cabello y Valencia, albergando una extraordinaria diversidad de flora y
fauna en sus paisajes que se vislumbran en un trayecto de 43 kilómetros
aproximadamente.
Una vez allí los chicos se lanzaron al agua
helada, venían sudorosos y agotados. Los mayores también fueron derechitos al
agua. Yo no, yo me quedé en la orilla mojando pies y manos, porque no soporto
el agua helada. Después de un merecido descanso, y una comida ligera,
emprendimos el regreso a casa. La ruta nos ofreció las mismas bellezas, los
mismos trajines, los mismos gritos de araguatos, los mismos cantos de pájaros
campanas y guacamayas, loros y pericos, los mismos animales en los árboles, los
perezosos, los monos, el sonido de los cunaguaros y pumas, las mariposas, y las
chicharras, y las risas y alegrías de todos nosotros, después de haber
disfrutado de un extraordinario paseo que no todos han tenido el privilegio de
disfrutar, y de una zona semi selvática que no todos han logrado traspasar. Fue
una experiencia inolvidable y en otra oportunidad logramos repetirla. Pero en
nuestras memorias y en nuestros corazones siempre quedará el recuerdo del día
que fuimos al Puente de los españoles
Mariposa azul vista en el Puente de los españoles
Vista del Puente de los españoles

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